A menudo, a los que nos interesan las experiencias de sexo en grupo, nos asalta un sentimiento de incomprensión e incluso de culpabilidad por la presión sobre nuestro subconsciente de nuestro entorno social y cultural. Y si no, ¿a cuantos amigos les habéis contado lo que hacemos en este grupo? Y, si lo habéis hecho, ¿qué cara han puesto? Y es que en nuestra sociedad la mal llamada “promiscuidad sexual” se considera poco menos que un vicio mientras que para la mayoría la fidelidad es una virtud a preservar. Incluso en las parejas más jóvenes, si en algún momento aparece el debate sobre ser o no ser pareja abierta, siempre aparece por medio el concepto de “fidelidad”. Y también los que practicamos sexo en grupo a menudo lo hacemos porque el morbo nos puede por encima del lastre cultural que soportamos por tener grabado a fuego en nuestro cerebro el valor de la fidelidad. Si lo analizamos desde una perspectiva genérica y no sexual, podríamos decir que la fidelidad es la opción